sábado, 7 de septiembre de 2013

A PABLO



Te presentaste por sorpresa.

Pequeño y humilde,

no podías llamarte más que Pablo.

Las Perseidas te definían emotivo, cuidadoso, diligente.

Pero yo ya te quería fueras como fueras.

Y eras tú. Original, inteligente y buscando tu propia autoridad

entre los niños que te precedieron.

Aquella calurosa noche de agosto

una rauda estrella rasgó el firmamento y clareó todo el cielo.

Pedí un deseo, sabía que venías ya.

Ardí en deseos de abrazarte y decirte

que te querré miestras viva, que te protegeré.

Que sepas que siempre estaré contigo

porque los abuelos siempre están.

Solo que un buen día, símplemente desaparecen.

El abuelo.

No hay comentarios: