Leía yo que Pío Baroja, su
hermano y Ciro Bayo, hicieron un viaje en los primeros años del siglo veinte,
desde Madrid a Plasencia, pasando por Candeleda y Chilla. Naturalmente también por
todo el Valle del Tiétar y La Vera. Fruto de éste viaje, en el libro de “La
Dama Errante”, se recogen descripciones de estos parajes y de sus gentes. Es
verdad que no se detiene en dibujar los paisajes en profundidad ni la zona,
porque en realidad a Pío Baroja le interesaba hablar de la realidad de aquella
España. Pero aquel integrante de la Generación del 98, al que Camilo José Cela
le gustaba leer, pudo ser el primer escritor de renombre en dejar constancia en
la literatura de un capítulo de Candeleda y de Chilla. Refleja con acidez la
tipología de las gentes que se reúnen en Chilla de fiesta y es benévolo con el
paisaje, al que no tiene más remedio que rendirse aunque muy de pasada. Se nota
que conoció los caminos de subida a Chilla y los de la Garganta de Chilla a Madrigal de la Vera.
Nuestro candeledano, que
en paz descanse, Luís Figuerola Ferreti, hablaba de la impresión que le había
causado a Pío Baroja los desagües de Poyales por sus calles. Pero lejos de ser
un libro de viajes, La Dama Errante es un libro muy actual para estos tiempos
modernos, sobre todo al hablar del “Anarquismo como sistema de crítica social”.
Aunque el libro está escrito hace más de ciento diez años, como candeledano, reconozco nuestra tierra y nuestras gentes y
como español, revivo un panorama casi igual que igualmente reconozco.
Decía Pío Baroja, que el
anarquismo era la forma actual del análisis y de la crítica. Y que los sistemas
anarquistas o ácratas que propugnaban, no eran más que formas caprichosas y sin
ningún valor, del socialismo utópico. Decía que en el pensamiento existían
ideas o juicios propios e individuales y que naturalmente si no eran propios, eran
adquiridos. Es decir, ideas y juicios prestados, impuestos, o aceptados por la
inercia espiritual.
Las ideas adquiridas o
prestadas eran reconocidas por temor, por utilidad o por costumbre. Sin embargo
las ideas individuales eran propias, contrastadas por la razón, nacidas de una
tendencia analítica contra el ambiente. Estas tendencias analíticas que generan
conocimientos, son las que van conformando la filosofía, la crítica y la
ciencia. Al descender esta tendencia analítica de las alturas de los hombres
ilustres a la masa, es cuando habría nacido el anarquismo. No es por tanto el
anarquismo la arbitraria concepción de una sociedad sin Estado, sino simplemente
la crítica pura por la crítica pura.
El hombre que exponga sus
ideas a contrastación, puede modificar sus ideales y modificar la noción de su
pensamiento central. Ello lo puede hacer un filósofo, pero nunca un político
porque la masa no sigue nunca la variación de sus puntos de vista por motivos
intelectuales.
Sigue diciendo el libro
que es natural y lógico, que toda persona joven, sana y honrada, sea rebelde,
inmoral y ateo. Decía que todo hombre fuerte, inteligente y que estuviera en su
sano juicio, tenía que ser un negador de las malas leyes y de las malas
costumbres. Pero también decía que al pasar el tiempo sin poder luchar contra
el medio social por la atonía de la falta de fuerzas y de ganas, se va
terminando la rebeldía, se acepta entonces la moral que es como el listón o
marca aceptada por todos y que no se puede pasar y por último, el ateísmo se
cambia por la aceptación de la legitimidad de la religión. Es decir, la persona
adquiere laxitud y fatiga.
Pío Baroja conocía la
crítica de los que decían que el anarquismo era una necedad, una utopía
ridícula y humanitaria, indigna de un investigador. Un hombre no es un astro
entre otros astros. Cuando un individuo es fuerte, entonces su luz puede
irradiar a otros hombres. Y conocía que había gente que opinaba que
efectivamente podría venir la anarquía o la acracia algún día, pero que vendría
de la cultura, de la democracia o de la debilidad. Vendría el día que los hombres
elevados sean muchos y sus instintos sean débiles y nadie quiera mandar. Esa
sería la acracia en un porvenir lejano, no en el momento actual que no tiene
ese nivel cultural requerido.
¿Opinaba entonces Pío
Baroja que el anarquismo era perjudicial? Pues no. Opinaba que había dos formas
de andar en la vida española de entonces, una era el de la violencia, de la
lucha individual contra la vieja moral, la religión y el honor que habían hecho
ser al Estado solo un código que cumplir y a una policía para conseguirlo. Y
otra, la de la nivelación de los hombres por el socialismo. La moral tenía que
ser aquella que enseñara a los hombres individuales a la superación. Un
individualismo no exento de disciplina ni de ley, pero que cambiara la ética
contraria a los instintos naturales, por otra ética a favor de los instintos
naturales. Pero Pío Baroja no podía señalar cual podía ser la ética natural.
Desde luego no podía ser ni el elogio ni el vituperio, sino el análisis. Y
solamente podía apuntar como norma, que la moral podía ser constituida por el
principio de que todo lo que favorece la vida es bueno, todo lo que la
dificulta es malo. Y aquí volvía a empezar la polémica cuando se preguntaba si
la vida individual o si la vida colectiva. Si las civilizaciones o las razas
proclives al derecho o proclives a la fuerza. Volvía de nuevo al…¡Han soñado
los lobos que eran corderos! Es decir, la vida de los hombres que han soñado
con la dulzura y la justicia, se nutre de violencia y de injusticia. Hay por
tanto que aceptar la vida como es. Hay que vivir en la realidad por dura que
sea y dejar a un lado la brutalidad nativa al hombre.
En cuanto a lo que se
debía de hacer, ya no estoy tan seguro de la clarividencia de Pío Baroja. Si
ante el salvajismo español de la época y el poco espíritu cívico y social,
parecía entender que había que crear una oligarquía de aristocracia nueva,
brutal, fuerte, áspera y violenta que perturbara a la sociedad y que cuando
empezara a desaparecer el salvajismo, desapareciera. Así decía que había que
echar al perro al monte para que se fortificara aunque se convirtiera en
chacal. En aquella España solo había un patriotismo de Madrid, burocrático y
falso; un regionalismo cursi y un provincialismo infecto; y luego, la barbarie
natural de la raza, esto es lo español. La dureza de Pío Baroja seguía opinando
que aquella España estaba empequeñecida queriendo vivir con aquellas leyes
cuando tenía que ir contra aquellas leyes. Aquella situación solo era el caldo
de cultivo para lo mediocre y el triunfo de la mediocridad que había convertido
al español valiente y atrevido en un pobre diablo. La vida vegetativa solo sirve
para colocarla en una vitrina, no para luchar. Así la vida española se había
convertido en cursi y eran cursis los potentados, los aristócratas, los duques,
los escritores, los políticos. Así lo cursi era el Congreso de los Diputados,
las redacciones de los periódicos, los saloncillos de los teatros, el Ateneo… y
las noticias. Así, por humildes y virtuosos, desde la familia real hasta el
último mono en su miserable desdicha, no son más que unos conejillos mansos.
¿Qué hacer ante este
panorama? ¿Cuál es la solución? Pío Baroja apunta en su libro que hay que vivir
no a la defensiva o con estimulantes, sino que hay que tirar todas las
medicinas por la ventana. Hay que vivir en el monte a pesar de la nieve. Hay
que vivir con fe para superar la nieve y el calor cuando vengan, viviendo a la
intemperie. Hay que tener fe en el hombre. Teniendo fe en el hombre, la
violencia nos libraría del mal. Yo no soy capaz de discernir cual de esta ideas
es de Pío Baroja o es que realmente se las hace decir a los personajes de sus
libros, que es al fin y al cabo lo que la sociedad de aquella época pensaba.
Por ello había gente que pensaba que se necesitaba fe en el hombre pero que no
hacía falta violentar nada, sino que hacía falta muchos años para cambiar la
sociedad. En aquellos años se temía por
la desaparición de España, pero ello no podía venir por el interés de
Inglaterra, Francia o Alemania, y desde luego ello no era un peligro exterior
sino interior. Estamos rodeados de escombros y hay que ver lo que sirve aquí y
lo que no. Para hacer esta obra, hay que hacerlo con calma y echar a la calle
todas las ideas y todos los sistemas posibles. Hay que coger entonces el
socialismo como sistema crítico para la transmutación de los valores
económicos, y el anarquismo como sistema crítico para la transformación de los
valores morales y religiosos. ¿Y qué decir del anarquismo de la bomba? Solo la idea destruye y solo la idea crea. La
bomba es absurda como venganza y es absurda como medio de protesta. La vida es
la razón suprema de nuestra existencia.
La novela de La Dama
Errante se inspira en el atentado de la calle Mayor a Alfonso XIII en 1906.
Resulta que el anarquista catalán Mateo Morral, autor del atentado, asistía de
vez en cuando a las tertulias en las que Pío Baroja participaba. Tanto le
conmocionó este hecho a Don Pío, que el resultado fue ésta novela. Así en la ficción,
el Doctor Aracil vivía con su única hija, María, cuando conoció a Nino Brull,
un anarquista catalán que fue el autor del atentado. Brull buscó refugio en
casa del doctor y la policía le buscó en su casa. Por este motivo el Doctor
Aracil se vio obligado a huir con su hija hacia Portugal con destino a Londres,
pasando por los caminos del Valle del Tiétar y la Vera. Así llegó a Candeleda y
a Chilla.
A éste humilde candeledano
que escribe, enamorado de su tierra como está, le bulle la cabeza al amontonarse
las preguntas y al solazarse miles de ideas que tendría para Don Pío Baroja. La
casualidad quiso llevar a la Dama Errante a Candeleda y a Chilla, su Loca
Sacra, el Santuario con el imponente hastial de Gredos. Le llevó al corazón de
las Españas. Y describe con acidez a aquellas gentes que venían al anochecer a
casa del santero y cantaban y bailaban. Gentes desdentadas y feas. Porqueros,
cabreros, leñadores. Gentes sin ningún aprecio para los de la ciudad. Pero
gentes herederos de una historia de miles de años con sangre vetona y
celtíbera, romana y visigoda, árabe y bereber, judía y al fin, crisol de nuestra
España. Fue el griego Eneas quien nombró a nuestra tierra como el “Corazón de
las Españas”. Y fue Camilo José Cela quien dijo que por aquí, mejor o peor
empezó España. Pero sigamos. Desde que Enrique III concede el privilegio de
villazgo, se instituye el día de San Miguel para el cambio de alcalde de la
villa y se queda como el día en se cambian de amo los criados. Pero ojo.
Nuestros criados cabreros, no son criados cualesquiera. Disponen de la “excusa”.
O como dirían los modernos, disponen de una participación en los medios de
producción, cosa que han sido incapaces de conseguir para el obrero el
comunismo y el socialismo. En Candeleda no se habla del derecho al trabajo.
Trabajar puede trabajar cualquiera que quiera con la pródiga naturaleza que
Dios nos dio. Existen los medieros que ponen su trabajo y el propietario que pone
la finca y paga las semillas y los abonos. Lo que se habla es de que todo el
mundo tiene derecho a un medio de vida que es un grado superior al simple
derecho al trabajo. Y ello incluye el acceso a la propiedad, adquirida a través
de su propio trabajo. Por lo tanto, aquellos desdentados a los que les gustaba
reunirse para cantar y bailar, tienen costumbres superiores y milenarias, heredadas de cientos de
generaciones que les hacen vivir en paz y armonía. Tanto es así, que les gusta
reunirse a cantar y a bailar y… a compartir. No hay por tanto socialismo como
sentido crítico, porque no hay que transmutar ningún valor económico. En
Candeleda los hombres estábamos nivelados. La separación entre obreros y
patronos es algo de la revolución industrial. En Candeleda y en nuestros montes
había amos y criados. Amos que antes fueron también criados y con una envidiable
igualdad de oportunidades para quienes quisieran trabajar. En Candeleda tampoco
había anarquismo como sentido crítico para la transformación de los valores
morales y religiosos, porque la moral del respeto a nuestros mayores era más
que suficiente para nuestra vida en paz y nuestros valores religiosos, sin duda,
los candeledanos, los tenemos en Chilla.
Pero de aquella visita, ha
transcurrido ya más de un siglo. Los tiempos modernos nos trajeron nuevas
necesidades y nuestras gentes tuvieron que emigrar desde Candeleda a otros
lugares a buscarse la vida y nos hemos convertido en obreros o en patronos al
estilo de la vida moderna, en otros lugares. También vivimos con potentados
cursis, políticos cursis, artistas cursis, periodistas cursis, con ideas y
juicios prestados sin que ningún astro individual alumbre a los demás. Ahora
tenemos crisis de vez en cuando que se llevan a seis millones de compatriotas
al sufrimiento mientas otros viven sin problemas y lo que es peor sin
conciencia crítica, dando lugar a la aparición de los populismos cursis, muy de
la mano de la situación de España hace un siglo. Y para colmo el mismo
sentimiento de ruptura de España, no desde fuera donde la marca España es cada
vez mayor, sino desde dentro, donde el patriotismo burocrático y falso de unos
compite con el regionalismo cursi y el provincialismo infecto de otros.
Y así las cosas, yo le
digo a Pío Baroja, que ya no tengo ganas de hablar de “Podemos” ni de los “separatistas”
ni de los “anarquistas” ni de los cursis que invaden todas las capas de nuestra
sociedad del bienestar. Yo me vuelvo con mis desdentados a Chilla y le digo a
Don Pío al son de mis maestros, entre ellos Don Juan Corral, que Candeleda es
la tierra bendita que nos vio nacer. Que su diversa y agreste campiña es la más
hermosa que se puede ver. Que tiene vegas y llanos feraces y la altiva sierra
con el Almanzor. Tiene nieve eterna en las cumbres de Gredos, un lago en el
valle y eterno verdor. Que por gargantas, arroyos y cauces, aguas cristalinas
riman su canción, y, su riego fecunda los campos que dan fruto y flores al beso
del sol. Candeleda, risueña y bonita, embrujo del alma, precioso jardín, con
delirio tus hijos te adoran y quien te visita se prenda de ti. Contemplando
tanta maravilla, la Virgen de Chilla se siente feliz y amorosa bendice a esta
tierra, sonrisa del cielo, precioso jardín.
No es casualidad que La
Dama Errante de Pío Baroja, recalara en Chilla.