domingo, 28 de mayo de 2017

Pío Baroja, Candeleda y el anarquismo


Leía yo que Pío Baroja, su hermano y Ciro Bayo, hicieron un viaje en los primeros años del siglo veinte, desde Madrid a Plasencia, pasando por Candeleda y Chilla. Naturalmente también por todo el Valle del Tiétar y La Vera. Fruto de éste viaje, en el libro de “La Dama Errante”, se recogen descripciones de estos parajes y de sus gentes. Es verdad que no se detiene en dibujar los paisajes en profundidad ni la zona, porque en realidad a Pío Baroja le interesaba hablar de la realidad de aquella España. Pero aquel integrante de la Generación del 98, al que Camilo José Cela le gustaba leer, pudo ser el primer escritor de renombre en dejar constancia en la literatura de un capítulo de Candeleda y de Chilla. Refleja con acidez la tipología de las gentes que se reúnen en Chilla de fiesta y es benévolo con el paisaje, al que no tiene más remedio que rendirse aunque muy de pasada. Se nota que conoció los caminos de subida a Chilla y los de  la Garganta de Chilla a Madrigal de la Vera.

Nuestro candeledano, que en paz descanse, Luís Figuerola Ferreti, hablaba de la impresión que le había causado a Pío Baroja los desagües de Poyales por sus calles. Pero lejos de ser un libro de viajes, La Dama Errante es un libro muy actual para estos tiempos modernos, sobre todo al hablar del “Anarquismo como sistema de crítica social”. Aunque el libro está escrito hace más de ciento diez años, como candeledano,  reconozco nuestra tierra y nuestras gentes y como español, revivo un panorama casi igual que igualmente reconozco.

Decía Pío Baroja, que el anarquismo era la forma actual del análisis y de la crítica. Y que los sistemas anarquistas o ácratas que propugnaban, no eran más que formas caprichosas y sin ningún valor, del socialismo utópico. Decía que en el pensamiento existían ideas o juicios propios e individuales y que naturalmente si no eran propios, eran adquiridos. Es decir, ideas y juicios prestados, impuestos, o aceptados por la inercia espiritual.

Las ideas adquiridas o prestadas eran reconocidas por temor, por utilidad o por costumbre. Sin embargo las ideas individuales eran propias, contrastadas por la razón, nacidas de una tendencia analítica contra el ambiente. Estas tendencias analíticas que generan conocimientos, son las que van conformando la filosofía, la crítica y la ciencia. Al descender esta tendencia analítica de las alturas de los hombres ilustres a la masa, es cuando habría nacido el anarquismo. No es por tanto el anarquismo la arbitraria concepción de una sociedad sin Estado, sino simplemente la crítica pura por la crítica pura.

El hombre que exponga sus ideas a contrastación, puede modificar sus ideales y modificar la noción de su pensamiento central. Ello lo puede hacer un filósofo, pero nunca un político porque la masa no sigue nunca la variación de sus puntos de vista por motivos intelectuales.

Sigue diciendo el libro que es natural y lógico, que toda persona joven, sana y honrada, sea rebelde, inmoral y ateo. Decía que todo hombre fuerte, inteligente y que estuviera en su sano juicio, tenía que ser un negador de las malas leyes y de las malas costumbres. Pero también decía que al pasar el tiempo sin poder luchar contra el medio social por la atonía de la falta de fuerzas y de ganas, se va terminando la rebeldía, se acepta entonces la moral que es como el listón o marca aceptada por todos y que no se puede pasar y por último, el ateísmo se cambia por la aceptación de la legitimidad de la religión. Es decir, la persona adquiere laxitud y fatiga.

Pío Baroja conocía la crítica de los que decían que el anarquismo era una necedad, una utopía ridícula y humanitaria, indigna de un investigador. Un hombre no es un astro entre otros astros. Cuando un individuo es fuerte, entonces su luz puede irradiar a otros hombres. Y conocía que había gente que opinaba que efectivamente podría venir la anarquía o la acracia algún día, pero que vendría de la cultura, de la democracia o de la debilidad. Vendría el día que los hombres elevados sean muchos y sus instintos sean débiles y nadie quiera mandar. Esa sería la acracia en un porvenir lejano, no en el momento actual que no tiene ese nivel cultural requerido.

¿Opinaba entonces Pío Baroja que el anarquismo era perjudicial? Pues no. Opinaba que había dos formas de andar en la vida española de entonces, una era el de la violencia, de la lucha individual contra la vieja moral, la religión y el honor que habían hecho ser al Estado solo un código que cumplir y a una policía para conseguirlo. Y otra, la de la nivelación de los hombres por el socialismo. La moral tenía que ser aquella que enseñara a los hombres individuales a la superación. Un individualismo no exento de disciplina ni de ley, pero que cambiara la ética contraria a los instintos naturales, por otra ética a favor de los instintos naturales. Pero Pío Baroja no podía señalar cual podía ser la ética natural. Desde luego no podía ser ni el elogio ni el vituperio, sino el análisis. Y solamente podía apuntar como norma, que la moral podía ser constituida por el principio de que todo lo que favorece la vida es bueno, todo lo que la dificulta es malo. Y aquí volvía a empezar la polémica cuando se preguntaba si la vida individual o si la vida colectiva. Si las civilizaciones o las razas proclives al derecho o proclives a la fuerza. Volvía de nuevo al…¡Han soñado los lobos que eran corderos! Es decir, la vida de los hombres que han soñado con la dulzura y la justicia, se nutre de violencia y de injusticia. Hay por tanto que aceptar la vida como es. Hay que vivir en la realidad por dura que sea y dejar a un lado la brutalidad nativa al hombre.

En cuanto a lo que se debía de hacer, ya no estoy tan seguro de la clarividencia de Pío Baroja. Si ante el salvajismo español de la época y el poco espíritu cívico y social, parecía entender que había que crear una oligarquía de aristocracia nueva, brutal, fuerte, áspera y violenta que perturbara a la sociedad y que cuando empezara a desaparecer el salvajismo, desapareciera. Así decía que había que echar al perro al monte para que se fortificara aunque se convirtiera en chacal. En aquella España solo había un patriotismo de Madrid, burocrático y falso; un regionalismo cursi y un provincialismo infecto; y luego, la barbarie natural de la raza, esto es lo español. La dureza de Pío Baroja seguía opinando que aquella España estaba empequeñecida queriendo vivir con aquellas leyes cuando tenía que ir contra aquellas leyes. Aquella situación solo era el caldo de cultivo para lo mediocre y el triunfo de la mediocridad que había convertido al español valiente y atrevido en un pobre diablo. La vida vegetativa solo sirve para colocarla en una vitrina, no para luchar. Así la vida española se había convertido en cursi y eran cursis los potentados, los aristócratas, los duques, los escritores, los políticos. Así lo cursi era el Congreso de los Diputados, las redacciones de los periódicos, los saloncillos de los teatros, el Ateneo… y las noticias. Así, por humildes y virtuosos, desde la familia real hasta el último mono en su miserable desdicha, no son más que unos conejillos mansos.

¿Qué hacer ante este panorama? ¿Cuál es la solución? Pío Baroja apunta en su libro que hay que vivir no a la defensiva o con estimulantes, sino que hay que tirar todas las medicinas por la ventana. Hay que vivir en el monte a pesar de la nieve. Hay que vivir con fe para superar la nieve y el calor cuando vengan, viviendo a la intemperie. Hay que tener fe en el hombre. Teniendo fe en el hombre, la violencia nos libraría del mal. Yo no soy capaz de discernir cual de esta ideas es de Pío Baroja o es que realmente se las hace decir a los personajes de sus libros, que es al fin y al cabo lo que la sociedad de aquella época pensaba. Por ello había gente que pensaba que se necesitaba fe en el hombre pero que no hacía falta violentar nada, sino que hacía falta muchos años para cambiar la sociedad.  En aquellos años se temía por la desaparición de España, pero ello no podía venir por el interés de Inglaterra, Francia o Alemania, y desde luego ello no era un peligro exterior sino interior. Estamos rodeados de escombros y hay que ver lo que sirve aquí y lo que no. Para hacer esta obra, hay que hacerlo con calma y echar a la calle todas las ideas y todos los sistemas posibles. Hay que coger entonces el socialismo como sistema crítico para la transmutación de los valores económicos, y el anarquismo como sistema crítico para la transformación de los valores morales y religiosos. ¿Y qué decir del anarquismo de la bomba?  Solo la idea destruye y solo la idea crea. La bomba es absurda como venganza y es absurda como medio de protesta. La vida es la razón suprema de nuestra existencia.

La novela de La Dama Errante se inspira en el atentado de la calle Mayor a Alfonso XIII en 1906. Resulta que el anarquista catalán Mateo Morral, autor del atentado, asistía de vez en cuando a las tertulias en las que Pío Baroja participaba. Tanto le conmocionó este hecho a Don Pío, que el resultado fue ésta novela. Así en la ficción, el Doctor Aracil vivía con su única hija, María, cuando conoció a Nino Brull, un anarquista catalán que fue el autor del atentado. Brull buscó refugio en casa del doctor y la policía le buscó en su casa. Por este motivo el Doctor Aracil se vio obligado a huir con su hija hacia Portugal con destino a Londres, pasando por los caminos del Valle del Tiétar y la Vera. Así llegó a Candeleda y a Chilla.

A éste humilde candeledano que escribe, enamorado de su tierra como está, le bulle la cabeza al amontonarse las preguntas y al solazarse miles de ideas que tendría para Don Pío Baroja. La casualidad quiso llevar a la Dama Errante a Candeleda y a Chilla, su Loca Sacra, el Santuario con el imponente hastial de Gredos. Le llevó al corazón de las Españas. Y describe con acidez a aquellas gentes que venían al anochecer a casa del santero y cantaban y bailaban. Gentes desdentadas y feas. Porqueros, cabreros, leñadores. Gentes sin ningún aprecio para los de la ciudad. Pero gentes herederos de una historia de miles de años con sangre vetona y celtíbera, romana y visigoda, árabe y bereber, judía y al fin, crisol de nuestra España. Fue el griego Eneas quien nombró a nuestra tierra como el “Corazón de las Españas”. Y fue Camilo José Cela quien dijo que por aquí, mejor o peor empezó España. Pero sigamos. Desde que Enrique III concede el privilegio de villazgo, se instituye el día de San Miguel para el cambio de alcalde de la villa y se queda como el día en se cambian de amo los criados. Pero ojo. Nuestros criados cabreros, no son criados cualesquiera. Disponen de la “excusa”. O como dirían los modernos, disponen de una participación en los medios de producción, cosa que han sido incapaces de conseguir para el obrero el comunismo y el socialismo. En Candeleda no se habla del derecho al trabajo. Trabajar puede trabajar cualquiera que quiera con la pródiga naturaleza que Dios nos dio. Existen los medieros que ponen su trabajo y el propietario que pone la finca y paga las semillas y los abonos. Lo que se habla es de que todo el mundo tiene derecho a un medio de vida que es un grado superior al simple derecho al trabajo. Y ello incluye el acceso a la propiedad, adquirida a través de su propio trabajo. Por lo tanto, aquellos desdentados a los que les gustaba reunirse para cantar y bailar, tienen costumbres superiores y  milenarias, heredadas de cientos de generaciones que les hacen vivir en paz y armonía. Tanto es así, que les gusta reunirse a cantar y a bailar y… a compartir. No hay por tanto socialismo como sentido crítico, porque no hay que transmutar ningún valor económico. En Candeleda los hombres estábamos nivelados. La separación entre obreros y patronos es algo de la revolución industrial. En Candeleda y en nuestros montes había amos y criados. Amos que antes fueron también criados y con una envidiable igualdad de oportunidades para quienes quisieran trabajar. En Candeleda tampoco había anarquismo como sentido crítico para la transformación de los valores morales y religiosos, porque la moral del respeto a nuestros mayores era más que suficiente para nuestra vida en paz y nuestros valores religiosos, sin duda, los candeledanos, los tenemos en Chilla.

Pero de aquella visita, ha transcurrido ya más de un siglo. Los tiempos modernos nos trajeron nuevas necesidades y nuestras gentes tuvieron que emigrar desde Candeleda a otros lugares a buscarse la vida y nos hemos convertido en obreros o en patronos al estilo de la vida moderna, en otros lugares. También vivimos con potentados cursis, políticos cursis, artistas cursis, periodistas cursis, con ideas y juicios prestados sin que ningún astro individual alumbre a los demás. Ahora tenemos crisis de vez en cuando que se llevan a seis millones de compatriotas al sufrimiento mientas otros viven sin problemas y lo que es peor sin conciencia crítica, dando lugar a la aparición de los populismos cursis, muy de la mano de la situación de España hace un siglo. Y para colmo el mismo sentimiento de ruptura de España, no desde fuera donde la marca España es cada vez mayor, sino desde dentro, donde el patriotismo burocrático y falso de unos compite con el regionalismo cursi y el provincialismo infecto de otros.

Y así las cosas, yo le digo a Pío Baroja, que ya no tengo ganas de hablar de “Podemos” ni de los “separatistas” ni de los “anarquistas” ni de los cursis que invaden todas las capas de nuestra sociedad del bienestar. Yo me vuelvo con mis desdentados a Chilla y le digo a Don Pío al son de mis maestros, entre ellos Don Juan Corral, que Candeleda es la tierra bendita que nos vio nacer. Que su diversa y agreste campiña es la más hermosa que se puede ver. Que tiene vegas y llanos feraces y la altiva sierra con el Almanzor. Tiene nieve eterna en las cumbres de Gredos, un lago en el valle y eterno verdor. Que por gargantas, arroyos y cauces, aguas cristalinas riman su canción, y, su riego fecunda los campos que dan fruto y flores al beso del sol. Candeleda, risueña y bonita, embrujo del alma, precioso jardín, con delirio tus hijos te adoran y quien te visita se prenda de ti. Contemplando tanta maravilla, la Virgen de Chilla se siente feliz y amorosa bendice a esta tierra, sonrisa del cielo, precioso jardín.

No es casualidad que La Dama Errante de Pío Baroja, recalara en Chilla.

sábado, 20 de mayo de 2017

Una noche de Mayo


La primavera llega a Córdoba allá por Semana Santa. Es una explosión de la Naturaleza y la región se transforma con las celebraciones religiosas más populares del mundo. Pero es el mes de Mayo el que retoma Córdoba con tintes cercanos a un paraíso. Hay que madrugar más que el sol para ver el clarear del día. Es el alba de Mayo. Indescriptible. Me gusta sentir el aire limpio y fresco en la cara, mirar al cielo de tintes de acuarelas azules que poco a poco se torna en intenso azulado, claro, nítido, sereno. Entonces los primeros rayos del sol se esparcen por las terrazas y se entremeten en las casas. El día vino ya.

El trabajo no da tregua a nadie independientemente del mes que sea. Pero en Córdoba en Mayo, los atardeceres perfumados invitan a salir a la calle y a las terrazas de los bares para compartir tu tiempo con los amigos y la familia. Ayer viernes, era un día de esos. Salí con muchísimos deseos de sentarme en una de las terrazas de la plaza y disfrutar de mis amigos y familia, dando serenidad al tiempo y sin ninguna gana de nada, solo quería disfrutar de la charla y de mi gente. Recibir los resultados de la visita al médico de mi hija pequeña. Pero mis nietos no me dieron ninguna tregua. Nada más sentarme, me pidieron ir a la Torre. Carlos, siete años, a jugar a la pelota. Pablo, tres años, a ver las palomas y a contar cosas de lo que sea, y Felisa, dos años, al rebufo de Pablo pero sin quedarse atrás en nada por ser la más pequeña. Tuve que proponer que me dejaran al menos diez minutos. Al menos bebería mi coca cola light. Pero entre que Carlos dejó un resto en la botella para él y entre que Pablo bebía al alimón directamente del vaso, los diez minutos se transformaron en tres. El insistente Carlos empezó a contar hasta sesenta y anotando en su mente cada minuto pasado, ante lo cual me convencí de que tenía que ir a la Torre ya. Y así lo hice. Cogido de la mano de los dos chicos y Carlos con su pelota en la mano y sin parar de hablar conmigo.

Inmediatamente me di cuenta que quería decirme algo y me dispuse a escucharle. ¿Abuelo, te digo una noticia triste? Carlos no podía mantener su silencio y me dispuse a escucharle. Me dijo que Silver había muerto y Pablo apostilló que se había ido al cielo. Paré la marcha y con mucha tristeza les mostré mi sentimiento. Sí que era una mala noticia. Claro que, habíamos dejado pasar toda semana hasta comunicarles a los niños el fatal desenlace. El veterinario no pudo por menos que resolver el problema de Silver, que fue un perro extraordinario. Lo hizo para evitar sufrimientos  innecesarios. Pero la semana venía con exámenes y no era cuestión de agravar la situación. Los niños solamente conocían que a Silver le habían llevado al veterinario y se había quedado hospitalizado en el hospital de los animales. Pero ayer recibieron la noticia de que Silver estaba muy malito y se había muerto. Carlos me comunicaba la noticia con lágrimas en los ojos. Traté de desviar la atención. Me ponía muy triste aquella noticia y me daba mucha pena, aunque… tal vez fuera lo mejor para Silver, porque todos sabíamos que su enfermedad le podía causar mucho sufrimiento y no queríamos nadie que Silver sufriera. Así que hablamos de otras cosas pero Carlos, insistía en hablar. Era un día pésimo para él. Pablo le había pegado y se volvía terco contra él por cualquier cosa. Una de las compañeras de clase, le había afeado algo. La pelota se nos metió debajo de un coche y tuvimos que trabajar para rescatarla. Carlos me contó seis o siete cosas que hacía del día de ayer, un día realmente aciago para Carlos. Yo le escuché. Carlos necesitaba de alguien que le escuchara. Apenas si pude decirle que entre los amigos y compañeros de clase había de todo. Buenos y malos. Pero que uno tenía que ser sobre todo un amigo leal. Por ejemplo si uno hace algo y el maestro pregunta quién ha sido… incluso si tú lo sabes, nunca debes decirlo. El buen amigo nunca delata aunque se sufra un castigo porque el autor de la fechoría no lo haya dicho. Entre patadas a la pelota me contaba cómo eran unos y cómo eran otros. Yo trataba de hacerle saber la suerte que tenía, como por ejemplo que mamá y papá estaban con él. Pero me di cuenta que no eran mis razones que podían ser miles, las que necesitaba Carlos. Solo necesitaba que le escuchara su abuelo. Y así lo hice. Y así le quise. Y él me lo devolvió cuando al fin de la noche se despidió de mí. No bastaba con una despedida, hicieron falta más de un beso.

A la vuelta de la Torre retomé mi asiento y me uní a la reunión familiar, de los mayores. Allí se habla de las cosas de mayores. Muchas veces se necesita que a uno le escuche alguien y si es la familia, mejor, de manera que allí se hace muchas veces una terapia familiar. Pero no puedo recordar nada de lo que anoche se habló allí. Solo pensaba que también los niños necesitan que alguien les escuche. Pensaba que los mayores hemos asumido el rol de educadores y solo nos dirigimos a los niños para decirles lo que hay que hacer y cómo hay que hacerlo. Tenemos esa responsabilidad. Es cierto. Pero ahora que soy abuelo, he abandonado un poco esa responsabilidad y me he puesto a escuchar un poco más. Hay juegos, muchos juegos. Cuentos e imaginación, mucha imaginación. Tanta que a veces uno no regresaría al mundo real jamás. Pero a veces hay sensibilidad tierna y pura. La de un niño de siete años. Solo hay que escuchar. Y la fragancia del amor fluye en su alma apenada e inunda el pecho del abuelo que sentado en un banco de la Torre, viaja por el cielo visitando las estrellas titilantes. ¿Es acaso eso una suerte de felicidad?

Despedí una noche perfumada del Mayo cordobés, con un profundo sentimiento de amor a mis nietos. Ellos necesitan que también se les escuche. Charlas, muchas charlas. Carlos ayer me necesitaba y estuve con él. No podía recordar de lo que hablaron los mayores. Yo me dormí con el amor del perfume de mis nietos.

Si supierais lo que os quiere el abuelo…