sábado, 30 de mayo de 2009

LOCK OUT

Hoy no abro al público mi pastelería. Ni tengo ganas de endulzar a nadie. Mil son los motivos de mi desgana. Alguien aventó mi parva y las ilusiones se fueron con el viento. Tantos años de lucha para conseguir una democracia y construimos algo de lo que no podemos estar satisfechos. Mientras yo procuro adentrar a mis hijos en doctrinas de buena educación, otros profesores se encargan de desdecirme. Son los políticos que utilizan los medios de comunicación para, en vez de mostrar su programa, insultarse unos a otros con malas artes. Son las verduleras modernas junto con los periodistas de opinión de turno. Así está sucediendo en estos días de campaña electoral. No he podido entender ni un ápice de los programas de los diversos partidos políticos. Pero les he visto insultarse a todos, mofarse unos de otros y mentir sobre sus actuaciones.

Creí que con la democracia que construimos, viviríamos mejor. Pero vi cómo ello no era así. La disciplina cayó en desuso, el esfuerzo empezó a cotizar en Hacienda, los cargos no se obtienen por méritos sino por codazos y zancadillas. Impera la ley del mínimo esfuerzo y cada uno sabe que su voto se subvenciona. Así no hace falta trabajar. La doctrina pancista es la que impera junto con la demagógica. En fin, no abro hoy la pastelería y punto.

Lo de las creencias tampoco se lleva. Tantos años de practicante y ahora está mal visto que alguien practique su fe, sea cual fuere. No se qué es lo que vale ahora a excepción de las tradiciones procesionales. Pero eso no tiene nada que ver con la fe. Y además no te dejan ni criticarlo. Con eso no, aunque sea alimentar la mentira. Que no abro la pastelería.

Esta semana viví una luctuosa experiencia. Tuve que estar presente en el traslado de los cadáveres del panteón familiar. Restos desde al menos doscientos años, acumulados en sacos viejos, los más antiguos, y bolsas con cremalleras los más modernos. Pero todos acabamos en un saco. Calaveras, tibias, costillas, huesecillos…al final solo quedan los huesos y alguien de la familia que los vela en una propiedad familiar en el cementerio, de generación en generación, hasta que alguna rama se extingue. Entonces desaparecen hasta los huesos. Es cuestión de tiempo. O terminamos desechos y en un saco o terminamos en un osario común porque nadie nos cuida. Al final nuestro recuerdo también se lo lleva el viento. No quiero ni pensar en el hecho de que en las grandes ciudades, te echan del nicho a los diez años porque se necesita para otro. Los de las ciudades lo tienen claro. Su recuerdo perdura bastante menos que los de los pueblos.

Hoy no abro la pastelería. Lo siento. Mis dulces no tienen a quien endulzar. Si alguien me dice lo que merece la pena, se los doy enteros.

Pasan a mi lado un grupo de viejos. Van alegres. Son un grupo de amigos que son amigos desde la niñez. El de la derecha es el que lee en la misa. Es un gran hombre. Bueno, sencillo, amable, generoso, lleva lo de Cáritas y lo quiere todo el pueblo. El de la izquierda, es su amigo Juan. Es un agricultor vivaracho, chispeante, mal hablado, pero no es mala gente. El de la garrota, apenas si camina diligente. Es bonachón, va riendo y todos le van diciendo algo, seguro que tiene que pagar la ronda. Van tres más. Van hablando entre ellos en animada conversación. Son trabajadores de siempre. Digo, el panadero, el pescadero, el carnicero. Son todos amigos desde que tenían cinco o seis años.

Les llamo. Todos vienen sonrientes. Una pregunta con premio. Decidme por qué motivo tengo que estar satisfecho con ésta sociedad, con ésta vida, con ésta mísera existencia. Inmediatamente me contesta José. Mira, nos haces una pregunta que no te puede contestar un político, ni un cura, ni un sabio de éstos modernos que lo saben todo. Solo te la puede contestar un hombre. Simplemente un hombre. Uno sencillo, como cualquiera de nosotros. Y cualquiera de nosotros puede hacerlo porque ya hemos vivido todo lo que hemos tenido que vivir. Y tenemos la experiencia. Solamente te diré que cuides tu jardín de cada día.

Entenderás porqué no es un sabio que quiere organizar todo el conocimiento, sin entender que somos humanos. Entenderás que no es un político que quiere organizar toda la sociedad con engranajes perfectos, sin entender que somos humanos y nos exige la perfección. Y entenderás que no sea un cura porque no entenderá que la gente no crea en las cosas que él cree, después de mil estudios que relían las creencias y no las hacen comprensibles a los ojos de los humanos.

En nuestra sencillez de hombres rurales te decimos que solamente te ocupes de cuidar tu jardín de cada día. Tu mujer, tus hijos, tus amigos, tu trabajo, tu casa, tus vecinos, tu ganado, tu campo, tu vida. Que seas bueno y que tires para adelante. Así llegarás a viejo como nosotros. Y si cuidas bien tu jardín. Habrás llegado a nuestra edad habiendo visto las flores más lindas cada día. Y ello habrá sido hermoso y habrá merecido la pena. Y la memoria que habita en el viento, siempre querrá acariciar aquel jardín de fragancias y sencillas flores. Las flores no compiten en belleza. Son simplemente la belleza. Y habrás gozado de ella.

Naturalmente les di el premio. Abrí la pastelería y olvidamos el colesterol, el azúcar y el ácido úrico. Solo hubo la limitación de la templanza.

Así les aplicamos a las razones absortas, limón poncil. A las potencias suspensas, frutas confitadas. A las doctrinas y profetas, besamelas. A las almas espantadas, pastas bienmesabe. A la voluntad doblada, rosquillas de Santa Clara. Al verbo afligido, obleas y barquillos. A la hermosura ausente, timbal de pasteles. Al requiebro político, bartolillos. Al santo varón, turrón. Al probo funcionario, mojicones. A la belleza en crisol, melindres de Yepes. Y Yemas de Santa Teresa, a la navegación sosegada.

viernes, 29 de mayo de 2009

Tiramisú

Pensaba yo que con 16 huevos enteros, 500 gramos de azúcar, 400 gramos de harina de trigo floja y 200 gramos de almidón, se pueden hacer unos bizcochos de soletilla de primera. Pero saldrían muchos bizcochos. Y pensaba que el problema no serían los bizcochos sino la forma de hacerlos. Porque hay que mezclar los huevos enteros con el azúcar y con las varillas batirlo muy bien. Pero hay un secreto, y es que hay que ponerlo a la hornilla y sin dejar de batir, hay que dejar que temple un poco y apartarlo rápidamente y seguir batiendo hasta enfriar. Hay que dejar de batir cuando haya subido todo el doble de cómo estaba al empezar. Es entonces cuando con la espátula de madera se mezcla la harina y el almidón, previamente juntos y cernidos. Ello se hace con mucho cuidado para que la masa quede perfecta y no se apelmace. Se echa en una manga con boquilla lisa de un centímetro y medio de diámetro y sobre un papel de horno se deposita una línea de diez centímetros de diámetro, convenientemente espaciados ya que crecen el doble. Se echa azúcar lustre encima y se cuece a horno fuerte poco tiempo para que queden jugosos.

Y pensaba yo que si ponía queso mascarpone mezclado con nata montada bien mezclado todo y poniendo un poco de azúcar, tendría otro ingrediente para hacer un tiramisú. Pero me faltaba café con unas gotas de amaretto para empapar los bizcochos. ¡Que suerte¡ Tenía café y amaretto. Ya solo me faltaba cacao en polvo. ¡Qué fácil sería hacer una copa de tiramisú en un momento¡

Ya está. En una copa alta u grande se ponen un par de bizcochos bañados en café con poco azúcar y perfumado con licor amaretto. Encima se pone una capa de queso con nata y encima se espolvorea cacao en polvo. Y así se hacen tres capas. Y cataplás.

Y pensaba yo…¿Pero yo pienso?

A veces se me vienen a la cabeza visiones como a Santa Teresa. Pero a mí me vienen de dulces. A Santa Teresa le venían visiones de Dios, que no es lo mismo.

Decía la Santa que a partir de un día empezó a ver a Dios en sus oraciones. Y se le presentaba tan claro y con tanta luz y serenidad que era imposible no querer volverle a ver. Al principio creía que se estaba volviendo loca. Pero después lo deseaba con toda su alma. Sobre todo lo veía cuando comulgaba. Y yo con mis dulces…otro día vamos a hacer las Yemas de Santa Teresa.

¡Qué mujer más lista¡ Y decía ella que era muy flaca y enferma y bastante ignorante. ¿Qué tendría ella para que se sintiese a Dios y lo viera tan claro?

Yo sí lo sé.

Como soy de Madrigal de las Altas Torres, vino una vez a comprarme unas paciencias un fraile muy especial. Decía que se las compraba su padre de niño, por ello quería recordar las paciencias. Y yo le pregunté por los arrobamientos de la Ahumada, de los que recorrían rumores por toda Ávila.

Él me contestó, pareciéndome que la conocía muy bien. Me dijo, que la hermana Teresa de Jesús, oraba. Y oraba mucho. Y me contó lo que un día ella le dijo. Le dijo que la oración era como el huerto del hortelano. Ya os lo conté un día. No hace falta por tanto que os vuelva a contar el símil del huerto del hortelano. Pero aquí en las tierras de Ávila de los Caballeros, todo el mundo sabe que quien dedica tiempo a la meditación de sus obras y a la oración, por la que desea ser mejor, uno puede tener visiones tan claras que no deseará dejarlas de tenerlas nunca. Y una paz inundará su alma.

En una copa de cristal alta pones una capa de meditación regada por dulce escarcha de rocío mañanero. A continuación pones una capa de oración con unas gotas de humildad. Repites otra capa y otra de lo mismo. Tendrás un tiramisú fantástico. Para eso no hace falta ser creyente de nada. Para comer el tiramisú solo hace falta tener hambre y ser un poquito goloso para degustar algo la felicidad perdida.