
Eran aquellos días de Navidad, en que la gente se pone tierna. Al entrar en mi pastelería me encontré unos papelillos por la calle con una tarjeta de felicitación. Seguro que la tarjeta contenía un deseo alusivo para el año entrante. No pude contener mi curiosidad y leí los papelillos.
"El sol dio un gran salto y se agarró con sus manos a la enorme tapia de Aguilandia. Se izó con mucho esfuerzo hasta asomar sus ojos y ver todas las casas de aquel reino, en el que todos dormían en paz. La oscuridad, al ver que el sol se asomaba, huyó despavorida. La casa del viejo gruñón, tenía una ventana de su dormitorio abierta y el sol, que sabía todas las historias de la vida de toda la gente, con su ojo izquierdo cerrado y el derecho abierto, le dirigió un rayo mágico de luz que penetró por la ventana de aquel dormitorio. Las persianas que tenían encomendado cerrarse para evitar los rayos, se vieron sorprendidas y no pudieron detener aquel rayo mágico. El rayo revoleteó por la habitación rebotando de pared en pared dejando estelas de polvo de estrellas, hasta que vio una rendija abierta en el cajón de los sueños dormidos. Penetró por ella y dio un toque mágico a uno de ellos. Sorprendido el sueño dormido dijo…
- ¿Qué pasó? ¿Porqué me despiertas de mi placentero sueño?...
Del polvo de estrellas un hada mágica, no mayor que una mosca, salió revoloteando por toda la habitación y le dijo.
- Eres tan gruñón, como tu dueño. Anda, levanta y vámonos, porque hoy vas a poder hacer realidad, todo aquello para lo que has sido creado. Hoy serás el sueño más feliz de la tierra. Serás el prota.
Con las manos restregándose los ojos para quitarse las legañas, apenas si podía creerse que él fuera el elegido. De un salto, voló y se unió al hada que entre risas mágicas revoloteaba por la habitación. Suspendidos en el aire, se pararon frente al viejo gruñón que dormía plácidamente en su cama. El hada con su varita mágica, le tocó la frente y le dijo.
- Por fin, viejo gruñón. Se hará realidad uno de tus sueños dormidos. Aquí está. Ja, ja, ja,ja, ja.
Entre risas, revolotearon un poco más y salieron por la puerta, ya que las persianas de las ventanas, ejercían de porteras de los rayos del sol y se habían cerrado. Volaron escaleras abajo parándose a ver cada cuadro de pintura que colgaba en la pared y como la puerta del patio estaba abierta, por allí salieron al reino de Aguilandia. Entre risas mágicas revolotearon las casas y al ver que todos dormían, se fueron a tomar chocolate con churros, porque hacía mucho tiempo que el sueño dormido no comía chocolate. Mientras desayunaban, el hada le dijo al sueño.
- Tenemos que ir a la casa del dueño de todos los dineros del reino, porque el viejo gruñón es allí donde te encontró y te guardó en el cajón de su mesilla de noche.
- ¿Y que haremos? Dijo el sueño.
- Tú nada. Solo estarás presente. Ya sabes, eres el prota.
El hada mágica y el sueño dormido, fueron a casa del dueño de todos los dineros del reino, pero seguían dormidos. El hada mágica dijo al sueño dormido, no importa. Yo les voy a rociar unos polvos mágicos con mi varita mágica y les embriagarán con los sentimientos más amables que jamás hayan tenido. Tú entonces, como están embriagados por esos sentimientos, te los llevas a la colina de la ternura. Y allí me esperaréis.
El hada mágica volvió a casa del viejo gruñón y esparció por la habitación polvos pica pica de sentimientos amables. Y el viejo se levantó como tocado por la ternura y la sensibilidad. Su mujer también estaba tocada por aquellos sentimientos por lo que no podían quedarse allí. Tenían que ir urgente a la colina.
El hada siguió revoloteando por Aguilandia y entró en la casa del encargado de dar las buenas noticias del reino. Toda su vida la había dedicado a dar noticias y era el que más sabía de dar noticias en Aguilandia. Por ello, había decidido no dar nunca más noticias malas y solo daba buenas noticias. A él y a su mujer, también les roció de polvos de pica pica de sentimientos amables. El imán de la colina de la ternura atraía los sentimientos amables y sensibles con los que habían sido rociados, por lo que allá se fueron corriendo.
El hada siguió rociando por casas y habitaciones, sus polvos mágicos. Entró en la casa del ministro de la autoridad que más mandaba. Era el que se encargaba de toda la seguridad del reino, para que todos vivieran en paz con sus familias. Habían elegido al más alto del reino, para que su altura intimidara a los más gallitos. Y por ello el reino vivía en paz y en tranquilidad. Al respirar los polvos de pica pica de sentimientos amables, él y su mujer salieron corriendo a la colina de la ternura.
También el hada visitó al genio de la música y le roció de polvos mágicos y así, cogió al vuelo unas notas musicales del aire y salió corriendo con su mujer hacia la colina. Y también roció a la encargada de sanaciones y pinchazos curativos, con la magia de la ternura. Dirigía dardos de salud a los pompis de las gentes con tal precisión, que no precisaba de posaderas orondas, sino que era capaz de clavarlos en el punto que hace un lápiz en un papel. Y dejando cuando pudo sus pinchazos, también fue a la colina. El hada roció sus polvos mágicos desde la torre de Aguilandia y entraron por la ventana del dueño de todos los trenes lentos y rápidos del reino, que embriagado por los sentimientos amables, también fue a la colina con su mujer y sus hijos. El viento llevó el polvo mágico cuando caía de la torre a algunos sitios más lejos del reino y algunos que conocían al dueño de todos los dineros, también salieron corriendo a la colina de la ternura.
El sol había dado un salto tan grande, que había subido al cielo. Y desde todo lo alto, estuvo todo el día alumbrando todo el reino perfectamente, porque quería que aquel, fuera un día muy, muy especial.
En la colina de la ternura, todo era sensibilidad. Si los habitantes del reino no subían allí, no podían conocer cómo podrían ser aquellos sentimientos tan amables. Por ello, cuando allí se subía, una felicidad infimita irradiaba el corazón de las gentes.
Pero la subida era dura y el cansancio hacía mella en los caminantes. El sudor y el esfuerzo se juntaban con el cansancio. Y a veces había que sentarse en una piedra del camino a descansar.
Ya todos juntos en el camino, iban en fila por los senderos y las trochas de la colina.
El hada le dijo al oído al viejo gruñón:
- Hoy serás el hombre más feliz del mundo, porque uno de tus sueños dormidos, te está esperando allí arriba, en la colina de la ternura.
A pesar de su cojera, el viejo gruñón arreció el paso. Subió zorreras y bancales, esquivó vejigas y bombales, ni bebió en los claros veneros, ni le importaron los riscos, ni le faltó el aire a su jadeo. Allí estuvo con todos a tiempo, porque los otros eran más jóvenes y ya estaban todos en la cima.
El hada encendió un roble viejo con su polvo mágico y el cansancio del camino desapareció como por arte de magia. Una gran paz y felicidad se hacía sentir en aquella explanada de verdes y frescos prados. De pronto, de entre una puerta de una nube, salió llorando de alegría el dueño de todos los dineros con una buena nueva. Su mujer tenía entre sus manos el sueño del viejo gruñón hecho sensibilidad y ternura. Y así, salió un ángel portando el sueño, pero el viejo solo vio el ángel. No veía el sueño. Solo cuando lo tuvo en su brazos, el cielo se fundió con el sueño, y la sensibilidad y la ternura, llenaron la vida de aquel viejo, al que no le importó perderse con su sueño por aquel cielo.
Al sueño le llamaron Carlitos. Y desde aquel día, se conoció en el reino de Aguilandia la sensibilidad y la ternura. El dueño de los dineros y su mujer, dieron sentido a sus vidas. El ministro de la autoridad que más mandaba y su mujer, conocieron unos sentimientos que les dieron envidia sana y decidieron que el año entrante sería su año mágico. El músico soltó por el aire las notas musicales que había cogido y se quedó estupefacto, al comprobar cómo volaban los arpegios de alegría. Su sonido era el más mágico que jamás había conocido y por ello aprendió, que si pones sensibilidad y ternura a la música, su sonido será el más maravilloso del mundo. La encargada de las sanaciones se sorprendió al comprobar que cuando se aplicaba sensibilidad y ternura a los pinchazos sanatorios, éstos no dolían.
El dueño de los trenes comprobó que con sensibilidad y ternura, los trenes llegaban antes y el encargado de dar las noticias, fue uno de los más impresionados. A todos los que le daba una buena noticia, llena de sensibilidad y ternura, le daban un beso de regalo. Todos los demás niños y no tan niños, se llenaron de felicidad y alegría. Carlitos llenó a todos de felicidad y para el viejo gruñón, su vida cambió. También conoció la ternura, que le había sido tan esquiva en su vida.
El viejo vio en la frente de Carlitos una motita brillante y reluciente. Era dorada y muy bonita. Se levantaba revoloteando mientras Carlitos la miraba y sonreía.
Aquella sonrisa de Carlitos, jamás la olvidaría el viejo gruñón. Fue su sueño dormido y ya hoy, había despertado. Jamás la olvidó. Jamás. Y con ella fue muy feliz."
Hoy tenía que hacer el postre de las frutas escondidas...con masa quebrada...
¡Uy el cuento..!
Una o dos manzanas, un plátano, frambuesas...
¡Uy la ternura!...