Cuando la espalda me estaba matando, por las consecuencias que producen las malas posturas a la gente de mi edad, me debatía yo pensando en los remedios que mi amigo Miguel, desde Pamplona me envío por email. Ese magnífico invento moderno de correos electrónicos. Es el cloruro de magnesio. Hace apenas unos días me llevaron por primera vez a las urgencias de un hospital y en unas horas y por medio de unas radiografías me diagnosticaron un pinzamiento, sin duda debido a malas posturas…, artrosis degenerativas por todos los lados…, y unas pócimas en formas de pastillas que en cuatro días me hicieron andar derecho. ¡Qué le voy a pedir a la vida si ya estoy en la edad provecta!. Lo que pasa es que soy enemigo de los matasanos, por eso mi amigo Miguel acertó en informarme de las virtudes y parabienes del magnesio. Ahí estaba yo con mis cuitas, cuando llegó Nana con apenas medio año de existencia. Nana es la sonrisa. Antes de nacer adiviné que la sonrisa más bonita del mundo se llamaría Adriana. ¡Y vaya si acerté! Tampoco era nada complicado porque conocía la sonrisa de su madre…Pero Nana tiene en su sonrisa esa cualidad que tiene la luz para alumbrar la oscuridad. Cuando Nana te regala una sonrisa, es como cuando enciendes la luz en la noche. Todo se ilumina y puedes ver y sentirte cómodo. La sonrisa de Nana es así, desprende sentimientos amables que impregnan todo lo que a ella le rodea. Por ello cuando está malita y no destella su sonrisa, es como cuando falta luz en la habitación.
Nana, cuando apareció me regaló su sonrisa y se me quitaron todas las rigideces de la espalda vieja que tengo. Sin embargo seguía con su voz ronca, todavía no está restablecida de su garganta, por ello me angustiaba al oír su vocecilla. Ella, con cierto esfuerzo, se empeñaba en sonreírme sin saber que esa es la mejor medicina que tenemos los abuelos. En ello estábamos los dos cuando llegó mi otro personaje de apenas dos años y medio. El bichito de luz. Al llegar se puso loco al ver a Nana, porque Nana con su sonrisa nos está enseñando a los “tros”, a quererla más cada día. También estaban la abuela y los padres de mis nietos. También alguno de mis otros hijos. Pero ellos estaban hablando de cosas de mayores libando néctares y entre sabrosas colaciones.
Estuve desfilando con el bichito de luz de lengua de trapo, al son de un tambor hecho con una carterilla de plástico, al ritmo de las marchas procesionales de estos días semana santeros. Él era el músico mientras desfilábamos sirviendo a los mayores sus viandas. Sostuvimos nuestras habituales charlas… ¿Popé?.. Pope… El bichito de luz de lengua de trapo está para comérselo. También tiene momentos en que actúa como bichito. Entonces le digo..”Bichi”.. Eso no. Pero a mí qué más me da, si en el fondo me encanta todo lo que hace. Es cuando salen a corregir lo mayores. Las hormonas.
-¿Qué .. Belo?.
-Bichi, eso son los de las hormonas.
-¿La modnas?. … -
- Sí, esas.
- Vale.
Las hormonas son las únicas que rompen la felicidad del bichito cuando le hacen llorar. Y tras subir las escaleras sin hacer caso a las advertencias de su padre, tuvo uno de esos desenlaces de un lloro por desobediente. El bichito está rodeado de hormonas que le quieren a rabiar. Ayer estaban su padrino, que le adora, su padre y su tío Piliqui. También su madre, su tía Marta y su abuela. Y por supuesto su ojito derecho, Nana. Yo le dije al bichito de luz que un niño no es un adulto, que es un niño. Por ello no debe ser evaluado con criterios de adulto. Y por ello ve el mundo desde su propia perspectiva. ¿Popé?... me dijo. Yo le dije.. Pope tu padre no sabe que yo te he enseñado a subir las escaleras y las subes mejor que yo. Ahora comprenderás porqué tienes que subir y bajar agarrado a las tiras metálicas de la barandilla. Por eso todavía no te has caído nunca. Aunque no te arriendo las ganancias… el que te caigas de las escaleras es cuestión de tiempo, porque es que no llegas con tu pierna a la altura de los escalones todavía.
- A mi uta ubir leras riba.
- Sí, pero tienes que obedecer a los de las hormonas.
- ¿Popé?
- Mira, bichi, la inseguridad e inestabilidad de los hijos es consecuencia de la falta de autoridad y de la exagerada condescendencia de los padres.
- ¿Popé?
- Porque los hijos necesitan de autoridad para poder desarrollarse como personas sanas y sociables.
- ¿Popé?
- Porque la personalidad del niño tiene límites. Los niños necesitan autoridad para poder desarrollarse, porque cuando nacéis os damos todo el placer posible, todo lo que se os antoja, os creéis que os merecéis todo y que el mundo gira a vuestro alrededor. Y tenemos que ayudaros a pasar del placer a la realidad, donde lo que prima es el esfuerzo. Y ya ves, que eso lo hacemos con mucho, mucho cariño, para enseñaros a que en la vida, para conseguir el placer hay que hacer un esfuerzo que no es gratis. Por este cariño no os traumatizáis y eso sí lo hace bien mamá, que está ahí pendiente. Y yo también, que os quiero mucho a Nana y a ti, hagáis lo que hagáis.
Bichito de luz no entiende pero sí siente. Algún día sabrá que padres demasiado consentidores crean en los hijos una aceptación de la frustración muy mala para la vida. En una vida de relaciones hay que ser capaz de soportar la más pequeña contrariedad, un esfuerzo en los estudios, una renuncia por otro niño…, y tantas y tantas renuncias como te exija la vida. Bichito no entiende porqué los de las hormonas son los únicos que le hacen llorar de vez en cuando y yo no lo hago, porque mis hormonas son tímidas. Ellos le quieren mucho, mucho, mucho, y es un privilegiado. También Nana lo es. Es una privilegiada porque le quieren mucho, mucho, mucho.
- ¿Belo queren maz que tú?
- ¿A quién a Nana y a ti?
- Zi.
- Mmm… no sé, no sé, no sé…
El bichito de luz y Nana, la de la sonrisa luminosa, se fueron porque ya había que dormir y me quedé sentado en el sofá con la espalda adormecida. ¿Tal vez era esa mi medicina?
Hoy me he levantado nuevo y he querido dejar constancia a los abuelos, de que no vayan tanto al médico y se curen con la medicina de sus nietos. Puede ser un sabio consejo.
Nana, cuando apareció me regaló su sonrisa y se me quitaron todas las rigideces de la espalda vieja que tengo. Sin embargo seguía con su voz ronca, todavía no está restablecida de su garganta, por ello me angustiaba al oír su vocecilla. Ella, con cierto esfuerzo, se empeñaba en sonreírme sin saber que esa es la mejor medicina que tenemos los abuelos. En ello estábamos los dos cuando llegó mi otro personaje de apenas dos años y medio. El bichito de luz. Al llegar se puso loco al ver a Nana, porque Nana con su sonrisa nos está enseñando a los “tros”, a quererla más cada día. También estaban la abuela y los padres de mis nietos. También alguno de mis otros hijos. Pero ellos estaban hablando de cosas de mayores libando néctares y entre sabrosas colaciones.
Estuve desfilando con el bichito de luz de lengua de trapo, al son de un tambor hecho con una carterilla de plástico, al ritmo de las marchas procesionales de estos días semana santeros. Él era el músico mientras desfilábamos sirviendo a los mayores sus viandas. Sostuvimos nuestras habituales charlas… ¿Popé?.. Pope… El bichito de luz de lengua de trapo está para comérselo. También tiene momentos en que actúa como bichito. Entonces le digo..”Bichi”.. Eso no. Pero a mí qué más me da, si en el fondo me encanta todo lo que hace. Es cuando salen a corregir lo mayores. Las hormonas.
-¿Qué .. Belo?.
-Bichi, eso son los de las hormonas.
-¿La modnas?. … -
- Sí, esas.
- Vale.
Las hormonas son las únicas que rompen la felicidad del bichito cuando le hacen llorar. Y tras subir las escaleras sin hacer caso a las advertencias de su padre, tuvo uno de esos desenlaces de un lloro por desobediente. El bichito está rodeado de hormonas que le quieren a rabiar. Ayer estaban su padrino, que le adora, su padre y su tío Piliqui. También su madre, su tía Marta y su abuela. Y por supuesto su ojito derecho, Nana. Yo le dije al bichito de luz que un niño no es un adulto, que es un niño. Por ello no debe ser evaluado con criterios de adulto. Y por ello ve el mundo desde su propia perspectiva. ¿Popé?... me dijo. Yo le dije.. Pope tu padre no sabe que yo te he enseñado a subir las escaleras y las subes mejor que yo. Ahora comprenderás porqué tienes que subir y bajar agarrado a las tiras metálicas de la barandilla. Por eso todavía no te has caído nunca. Aunque no te arriendo las ganancias… el que te caigas de las escaleras es cuestión de tiempo, porque es que no llegas con tu pierna a la altura de los escalones todavía.
- A mi uta ubir leras riba.
- Sí, pero tienes que obedecer a los de las hormonas.
- ¿Popé?
- Mira, bichi, la inseguridad e inestabilidad de los hijos es consecuencia de la falta de autoridad y de la exagerada condescendencia de los padres.
- ¿Popé?
- Porque los hijos necesitan de autoridad para poder desarrollarse como personas sanas y sociables.
- ¿Popé?
- Porque la personalidad del niño tiene límites. Los niños necesitan autoridad para poder desarrollarse, porque cuando nacéis os damos todo el placer posible, todo lo que se os antoja, os creéis que os merecéis todo y que el mundo gira a vuestro alrededor. Y tenemos que ayudaros a pasar del placer a la realidad, donde lo que prima es el esfuerzo. Y ya ves, que eso lo hacemos con mucho, mucho cariño, para enseñaros a que en la vida, para conseguir el placer hay que hacer un esfuerzo que no es gratis. Por este cariño no os traumatizáis y eso sí lo hace bien mamá, que está ahí pendiente. Y yo también, que os quiero mucho a Nana y a ti, hagáis lo que hagáis.
Bichito de luz no entiende pero sí siente. Algún día sabrá que padres demasiado consentidores crean en los hijos una aceptación de la frustración muy mala para la vida. En una vida de relaciones hay que ser capaz de soportar la más pequeña contrariedad, un esfuerzo en los estudios, una renuncia por otro niño…, y tantas y tantas renuncias como te exija la vida. Bichito no entiende porqué los de las hormonas son los únicos que le hacen llorar de vez en cuando y yo no lo hago, porque mis hormonas son tímidas. Ellos le quieren mucho, mucho, mucho, y es un privilegiado. También Nana lo es. Es una privilegiada porque le quieren mucho, mucho, mucho.
- ¿Belo queren maz que tú?
- ¿A quién a Nana y a ti?
- Zi.
- Mmm… no sé, no sé, no sé…
El bichito de luz y Nana, la de la sonrisa luminosa, se fueron porque ya había que dormir y me quedé sentado en el sofá con la espalda adormecida. ¿Tal vez era esa mi medicina?
Hoy me he levantado nuevo y he querido dejar constancia a los abuelos, de que no vayan tanto al médico y se curen con la medicina de sus nietos. Puede ser un sabio consejo.