sábado, 28 de abril de 2007

En busca de la felicidad...

Hoy vamos a hacer Bizcochos de Calatayud. Creo que es una estupenda receta. Pero antes quiero contaros un pasaje de un libro que estoy leyendo que se llama Tontolote. Es un pasaje en forma de diálogo entre Tontolote y su amigo Manuel. Dice así.
" El maestro Tontolote, me preguntaba mucho qué era lo que se pretendía en la vida. Siempre estaba dando vueltas alrededor de la felicidad. Tantas veces me hablaba de la búsqueda de la felicidad que leía todo lo que caía en mis manos acerca de este tema. Pero no encontré nunca nada que mereciera la pena. Teorías y literatura sobre el tema de la felicidad, sí habían llegado a vislumbrar algunos sabios, casi siempre psicólogos.
Comenté a Tontolote, una vez que estábamos sentados en el emparrado, con los últimos destellos rojizos del ocaso y el tinto fresquito con gaseosa, cuál era la teoría de los psicólogos de la rueda de la persona feliz. Se partía de una estabilidad emocional, que era la que te hacía pasar a un segundo paso necesario de tener seguridad en sí mismo; esta seguridad proporcionaba el conocimiento y aceptación de uno, lo que hacía pasar a un cuarto estadío de autonomía personal; una persona con autonomía sin dependencias, era una persona preparada para el éxito personal; una persona con éxito pasaba a un sexto paso de autoconocimiento y disfrute, que mejoraba su propia autoestima en un séptimo escalón, para volver de nuevo a provocar una estabilidad emocional para empezar de nuevo la rueda de la persona feliz.
Tontolote me escuchaba sin parpadear. Me dejó hablar sin interrumpir aquella disertación de lo que yo había leído. Cuando ya había terminado y el silencio se prolongó anunciando que ya había terminado, entonces, muy pausadamente como siempre, me preguntó a mí, o más bien dejó la pregunta al aire.
- ¿ Pero es posible ser feliz en éste mundo en el que vivimos?

Como siempre logró desconcertarme. Le devolví la pregunta como el que se quita un problema de encima. Y siguió.
- Hay muchas personas que se sienten felices con lo que les ha tocado vivir, pero a veces se sienten influidas por los malos momentos pasados. Otros desarrollan un sentido positivo ante la vida que les hace afrontar esta con mayor ilusión y esperanza. Los primeros son dados solo a la ilusión, que es perecedera. Los segundos son dados a la esperanza, que es más duradera. Pero a todos nos afectan las alegrías y las penas y nadie es completamente feliz o infeliz. Pero ojo, la respuesta a ser feliz ó infeliz, está en función de cómo hemos aprendido a vivir en ambas situaciones.
- ¿Entonces ser feliz o infeliz no es cuestión de suerte sino de entrenamiento?. Le pregunté.

Me contestó.
- Efectivamente. Todo comienza con ese primer paso al que has aludido en la rueda de la persona feliz. La estabilidad emocional. Hay que huir del concepto que dan de películas americanas del triunfador y del perdedor que tanto nos condicionan en la vida moderna. La fama, la popularidad, el dinero o el poder, definen a un triunfador en nuestra sociedad moderna. Pero para ser feliz no se precisa el ser el número uno en todo. Mas bien hay que tener envidia sana de aquel que disfruta aún de las más pequeñas cosas de la vida. Esa es una persona que se prepara para ser feliz. Disfrutar en la vida de las pequeñas y grandes cosas y orientar la mente para ver la parte positiva de cuanto nos ocurre, es lo que hay que hacer de entrenamiento para obtener la fuerza necesaria para afrontar los retos de la vida, del día a día. Como decía nuestro antepasado Séneca, hay que cortar de raíz dos cosas, el miedo de lo venidero y el recuerdo de las calamidades pasadas. El perdedor o infeliz vive sin saberlo haciendo infelices a los demás, les echa la culpa de su infortunio y emplea mecanismos de defensa para no ver la realidad. Se atan al pasado o al futuro y eluden la situación real buscando soluciones que no están en sus manos. Se sienten víctimas de todo y por esto se produce en ellos una insatisfacción profunda y una amargura que proyectan a los demás. Viven en un círculo vicioso de amargados que amargan la vida a los demás y justifican sus actos para estar menos insatisfechos. Prefieren no ver la realidad tal cual es y se esconden de ella viviendo mal o a medias, autocomplacidos por falsas razones. Pero la ventura ayuda a los felices porque ellos se lo ganan y a quienes tienen la oportunidad de convivir con ellos. La desventura y resignación, acompañan a los que se empeñan en ser infelices y a los que no pueden escapar de esa tortura psicológica. Pero para ser feliz existe una manera que exige esfuerzo, inteligencia y entrenamiento. Lo primero y fundamental es querer ser feliz. La felicidad es una forma de ser ante la vida. Hay mucha gente que es feliz con tan poco que nos demuestran que la felicidad no es una cuestión de cantidad.

- ¿Pero cómo nos entrenamos? Le pregunté de nuevo.

- Pues una vez que se tiene la voluntad de ser feliz, hay que plantearse qué es lo que se quiere lograr en la vida y hay que analizarse sinceramente. Nuestros comportamientos diarios reflejan, por ejemplo, malhumores que no quisiéramos tenerlos y que están muy metidos dentro de nuestro cerebro. Hay que descubrir, por tanto, nuestras cualidades positivas y negativas. El entrenamiento para la felicidad consistirá en intentar seguir las pautas de ese triunfador, entre comillas, cuantas veces sea necesario para recorrer el camino cada vez con menos esfuerzo. Solo falta marcarse objetivos, no importa lo pequeños que éstos sean, en un tiempo determinado. Su logro reafirmará la persona y fortalecerá su decisión de ser feliz. Solo nos restará elegir el camino y ese camino es el que has descrito antes como rueda de la persona feliz.
- ¿ Y si medimos con el termómetro de la felicidad a la gente humilde y no tan humilde, qué nos daría como resultado? Le pregunté.
- Ya te lo dije un día. Me contestó. Y siguió.
- Hablamos un día que aquellos que creíamos perdedores, podrían haber llegado a ser más felices que otros más ricos y poderosos. El cuarto paso que aludías antes en tu rueda, era la autonomía. Y ese paso es muy difícil de conseguir en esta vida moderna. Los bancos buscan clientes para amarrarte durante toda la vida con hipotecas larguísimas. La sociedad moderna basa en la producción, su instrumento para conseguir empleo y no hay producción si previamente no hay consumo. Nos obligan a consumir más de lo que podemos y nos quitan la autonomía para vivir. Para vivir en esta sociedad es necesario atarnos a los bancos, a las empresas con tu trabajo, al gobierno para pagar impuestos y poder moverte por las carreteras y calles, para poder hablar por teléfono, tener luz eléctrica o poder ver la televisión. Tenemos que pagar y pagar. A pesar de que no quieras, antes de darte cuenta, ya has perdido tu autonomía en esta sociedad de consumo. Y ello te provocará insatisfacciones e infelicidades. En la medida que puedas tener autonomía y libertad, podrás ser más feliz, podrás tener más éxito personal, y podrás lograr un mayor disfrute de tu vida y de las cosas. Si vives dependiendo de bancos, de jefes, de autoridades, no lograrás la felicidad.
- Entiendo lo que dices de los bancos, pero no entiendo lo que dices de las empresas y del gobierno. Le dije.

- Sí, comprendo. Es verdad que tenemos que trabajar pero hemos de hacerlo a ser posible en cosas que nos gusten. Y es normal tener un jefe en el trabajo, pero si se tiene un jefe que no te respete como persona hay que plantearse dejar ese trabajo a ser posible. Por otra parte, esta sociedad es tan fagocitaria, que si te mueves algo y desarrollas alguna iniciativa, cae sobre ti todo el peso de los millones de leyes que los políticos crean y crean continuamente. Es imposible caminar por esta vida legalmente al cien por cien. Tantas normas, hacen que el individuo viva atenazado por las leyes y sea un contribuyente necesario para que la sociedad pueda caminar. Pero a menudo esta sociedad te exige mas de lo que puedes dar y ello ha de verse con claridad para no ser un infeliz toda la vida. ¿Conoces el libro de 1984, de Huxley?...Pues el Gran Hermano que nos ve nuestra vida privada y nos controla, ya existe. El Gobierno mantiene un control sobre nosotros perfecto. Sabe todo lo que quiere sobre nosotros y al segundo. Los policías de tráfico consultan tu matrícula cuando vas por la carretera con tu coche y saben si has pagado o no el seguro sin bajarse del coche. Tu DNI te delata todo cuanto eres y cuanto tienes solamente mediante una consulta en los ordenadores. En fin, no quiero continuar, no quiero preocuparte. "
Pero vanos con la fórmula de los Bizcochos de Calatayud.
14 huevos enteros
400 gramos de azúcar
200 gramos de harina floja
200 gramos de almidón
En un perolito apropiado se ponen los huevos con el azúcar y se bate con las varillas de alambre hasta que todo quede bien mezclado. Se pone a la hornilla muy floja para templar un poco la mezcla sin dejar de batir. Al notar que ha cogido un poco de calor, se retira y se sigue batiendo hasta dejarlo frio y muy levantado, que será aproximadamente el doble de cuando se empezó a batir. Previamente se ha cernido la harina y se ha mezclado bien con el almidón. Se retiran la varillas y con una espátula de madera se mezcla la masa con la harina y el almidón. Cuidar de mezclar bien pero sin dar mucho trabajo a la masa para que no se perjudique. Este batido se pone en la manga pastelera con boquilla lisa, o si no se tiene, en una bolsa de plástico y se corta una punta a un centímetro y medio de diámetro. Se deposita la masa en un papel de hilo, dando forma a los bizcochos, haciendo una raya de 5 cms, teniendo en cuenta que el ancho quedará tres o cuatro veces mayor y el largo también crece bastante. Se echa encima azúcar lustre (polvo fino) y se cuece al horno bastante fuerte para que teniéndolos poco tiempo salgan tiernos y jugosos por dentro. Después de frios se quita el papel.
Jugar con las formas y elegir para otra ocasión la que mas os guste.
Yo quiero seguir endulzando vuestra vida. Hasta otro día.

martes, 24 de abril de 2007

Vamos a triunfar en la cocina...los hombres...senagüillas modernos¡

¿Quién ha dicho ole?...
No se tú. Pero yo me he cansado ya de resultar ser un cero a la izquierda en la cocina. Así que te propongo que me sigas. A partir de ahora, si tenemos que hablar de recetas en una reunión con las mujeres, hablaremos. Si tenemos que ir a la compra, iremos. Si tenemos que coger los mandos de la casa, lo haremos.
Para que no se nos indigeste la voluntad, dejaremos la plancha a un lado, por el momento. También y por el momento, dejaremos la limpieza. Lo demás, todo.
Vamos a empezar por la cocina. Y para...sorprender...con los postres.
Tal vez yo no sea El Pastelero de Madrigal. Tal vez sea...el mismísimo Rey Don Sebastián...ejem. Pero dejémoslo también...por el momento.
Mi perfil...hombre maduro...maduro. Con cuatro hijos...casi salidos ya de madre, aunque no del todo. Felízmente casado desde la tira de años. Y como todos...soy un hombre en busca de cosas todavía, que se me resisten en la vida. Pero tengo una cosa clara y es que los días que tenga por delante quiero endulzar la vida de los demás. Endulzar es en sentido figurado. Lo que quiero es que cuando me vaya no deje aquí ningún enemigo. Pero vamos al lio.
Petisú de primera (Se entiende primera calidad)
1/2 litro de leche entera
200 gramos de mantequilla sin sal
350 gramos de harina de trigo
12 huevos enteros (sobre 600 gramos)

En un cazo se pone la leche con la mantequilla y se pone todo ello al fuego. Con una espátula de madera se mueve para ayudar a derretir la mantequilla. Cuando se inicie la ebullición echar la harina tamizada y con la espátula se hará un fuerte trabajo sin quitarlo de la hornilla hasta que todo esté bien mezclado.
Se retira de la hornilla y se van añadiendo los huevos de dos en dos. Se trabaja bien con la espátula quedando una masa blanda pero consistente.
Se echa la masa en una manga y se deposita en una lata de horno o bien un punto grueso o bien una línea larga, teniendo en cuenta que ello será un tercio de lo que luego será el pastel una vez crecido. Por consiguiente hay que separar bastante para que no se peguen unos a otrso. Seguidamente se cuecen al horno bastante fuerte hasta que estén hechos y cocidos. Para ello teneis que ir vigilando, normalmente se necesitan de 12 a 15 minutos hasta que cojan un color clarito.
Crema de primera para relleno.
12 yemas de huevo
300 gramos de azúcar
100 gramos de harina floja de trigo
Un litro de leche entera.
En un cazo se ponen las yemas y el azúcar y se mezcla con la espátula de madera. El fuego es muy flojo para que el huevo no se haga tortilla. Después se agrega la harina cernida y se mezcla todo muy bien con la espátula. Cuando todo esté bien mezclado se echará la leche que estará cocida y caliente. Se irá echando poco a poco y removiendo bien. Cuando esté toda, se pone a fuego regular y con la espátula se va cuajando hasta que tenga la densidad conveniente. No se debe dejar hervir apretando la espátula al fondo para que no se agarre. Esta crema no tiene esencia. No hace falta. Si se quiere puede cocerse la leche con una corteza de limón. Cuando enfríe la crema adquirirá mas consistencia.

Ya solo queda partir los pasteles por la mitad y rellenar con crema. Espolvorear de azúcar por encima. O con chocolate, o con fondant...lo que querais. Después me decís.